Atención al Mayor, un cuidado de doble dirección
El núcleo del cuidado geriátrico es común al de cualquier cuidado que aplicamos al ser humano en cada una de sus etapas vitales, con las características específicas añadidas que lo diferencian de los demás.
Partiendo de las bases establecidas por los protocolos vigentes, existen maneras, estilos y formas diferentes de cuidado y de acompañamiento.
Diferentes tipologías en los cuidados de los Mayores
Hay una forma de cuidar que nace de la experiencia directa del cuidador con la vida, concretamente con “su” vida. Una persona que va madurando, viviendo en plenitud, realizando su destino de forma flexible, inteligente y alegre, sabe compartir y devolver creativamente este proceso personal a los demás. Y lo hace de la mejor manera porque lo está viviendo en sí mismo, con lo cual lo ha interiorizado, haciéndolo suyo y puede compartirlo con naturalidad, firmeza, sabiduría y afecto.
Una persona sana sabe amarse a sí misma. El cuidado es una de las formas más bellas del amor y ésta es la base que sustenta mi visión del acompañamiento en geriatría.
Es cierto que no es fácil alcanzar una vida plena, pero éste es el destino de cada uno de nosotros y éste es justo el cuidado idóneo que podemos ofrecer a un mayor, el que más va a conectar con su fondo más real. Es importante saber impartir una tabla de ejercicios, movilizar un miembro en la correcta dirección hasta su óptimo rango articular. Es importante dinamizar su labor cognitiva, anclando a la persona en el presente cotidiano, haciéndole partícipe activo del mismo, haciéndole sentir la experiencia directa de que sigue contando en su entorno. Pero más importante y decisivo es saber detenerse a tiempo junto con el anciano y acompañarle, sin juicio ni presión, allí donde él quiere llegar. Es muy importante darle su propia voz y escucharla con respeto, para que él pueda seguir haciendo que su vida cuente, tanto para sí mismo como para los que le rodean en su entorno. Cuantas más veces podamos, dejemos que nuestros mayores sigan viviendo en libertad, conservando su personalidad hasta donde ello sea posible sin mermar su calidad de vida. Optar por una sonrisa o un beso, un apretón de manos o un comentario ligero y humorístico, pero lleno de interés real por quien tenemos enfrente es más efectivo que el más depurado de los protocolos.
Cambios en los cuidados del Mayor
El cambio significativo en los cuidados dirigidos al mayor radica en el compromiso vital adquirido por el cuidador, que primero lo cumple en sí mismo y que, en natural coherencia, va a acompañar al mayor a la consecución del suyo propio.
Mi labor como cuidadora nace de una profunda vivencia sostenida con mis padres, Juan y Luisa. Juan, mi padre, atravesó el duro desierto del Alzheimer durante los últimos cinco años de su vida, luchando contra olvidos como demonios, angustias, delirios y palabras perdidas. Luisa, mi madre, fue su alegre, valiente cuidadora más directa, cantadora de canciones y jugadora de juegos hasta los últimos días, en busca de su sonrisa cómplice que finalmente siempre aparecía. Ella ha conservado las potentes huellas de aquel proceso, integrándolas de forma admirable en su presente y en su propia ancianidad. Ellos me enseñaron cómo se cuida a un mayor.
Cuidar a los mayores es cuidar a nuestros padres, pues cada uno de ellos es un eco, un reflejo o una variación de los nuestros propios, los biológicos. Y también es cuidarnos a nosotros mismos.
Es así como yo abordo este proceso, siguiendo el ejemplo que de ellos he aprendido. Alta exigencia, alegría, compromiso fundado en un amor incondicional, formas ineludibles que siempre nos encontramos en la vida, cada vez que nos decidimos a vivirla con plenitud.
Recursos no faltan: provee el corazón.
Montse Montano