Nuestros mayores, el centro de atención
La soledad de las Personas Mayores:
Actualmente son más los organismos públicos que tienen entre sus objetivos hacer más amena la vida de nuestros mayores, organizando diversas actividades tales como comidas, excursiones, habilitar locales de reunión para ellos, etc. Con estas pequeñas cosas, se sienten el centro de atención, vuelven a revivir aquellos años en los que con su simple presencia llamaban la atención mientras que, hoy en día y debido a la avanzada edad, son pocas las veces que tienen la oportunidad de experimentar esa agradable sensación. Y me pregunto, ¿por qué ocurre esto? ¿Acaso es tan difícil llevar a cabo ciertas actuaciones con las que ellos estarían más que felices? ¿Realmente es tan elevado el nivel de soledad que sienten para enorgullecerse con algo hecho por parte de alguien que ni les conoce? Tristemente, sí lo es.
Empatía con los mayores:
Reflexionemos: cuántas veces hemos necesitado un abrazo de alguien, una pregunta tan simple como un “¿qué tal estás?”, una sonrisa en medio de un turbio día…. Y, siendo conscientes de ello, es absurdo que nos hagamos la siguiente pregunta, ¿por qué no actuamos? ¿Por qué no comenzamos por realizar aquello que nos gustaría y no hacer lo que no nos gustaría? Se trata, básicamente, del universal principio de la empatía que todo profesional y más concretamente, todo ser humano, debería practicar diariamente y más con nuestros mayores, los mismos sin los cuales no estaríamos aquí.
El paso del tiempo:
Vivimos en una sociedad en la que el paso de los años ha obligado a dejar por el camino los valores más importantes de la vida; acostumbramos a caminar deprisa, ajetreados, sin tener tiempo, asfixiados, soportando el peso gracias a fármacos que nos causan más daño que bien… Pese a esto, en lugar de detenernos y pensar, optamos por acelerar el paso cuando lo realmente valioso sería detenerte, analizar y concluir que lo mejor de la vida son esos pequeños detalles que nos emocionan y que, en la gran mayoría de las veces, no cuestan nada.
Pensemos en los animales, esos seres que nos dan todo sin recibir más que lo indispensable para sobrevivir; apliquémoslo a nuestro día a día. Recuperemos ese “feliz cumpleaños”, esa tarta favorita, esa visita inesperada, a nuestro/a abuelo/a porque simplemente te apetece verle sonreír, verle feliz… básicamente, VIVIR. Nunca tan fácil fue emocionar a alguien. Tengamos presente que, las mejores cosas de la vida, no se compran con dinero.
“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante” – Oscar Wilde.
Carolina Cendal Villaverde
Trabajadora Social
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